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"La amortajada", María Luisa Bombal.

 

“La amortajada”, una serie de vértigos narrativos, que se alejan de la linealidad

a través del monologo de una joven mujer que, da construcción a sí misma en

relación a quienes le rodean (Sus significantes), a los cuales, mira desde su

propio lecho de muerte: ¿Tan delgada es, verdaderamente, aquella línea entre

la vida y la muerte?

 

Ana María (Protagonista), ha muerto y, sin embargo, no se siente tan apartada

del mundo de los vivos como se supondría estarlo. Es testigo de su velatorio

como del sentir de todos aquellos que acuden a “despedirle” y que, alguna

vez, fueron parte de su pasado o, en sí, de su vida misma.

Conforme cada contraparte se acerca al ataúd, Ana María no solo reflexiona

hacia esas “últimas palabras” a boca de quienes decían tomarle importancia,

sino que, retoma dentro de ellos su pasado.

 

El lector entabla cierta relación con la protagonista a quién, mira crecer y

desenvolverse mediante una especie de ejercicio “retrospectivo” que, le va

embalando poco a poco conforme cada asistente se postra a su cuerpo.

 

“En cada una de las relaciones se expone un pedazo, un trozo, de Ana María,

pero no como piezas de un puzzle, sino como un conjunto de fotografías de

un mismo objeto o paisaje, pero desde distintos ángulos y en distintos

tiempos” (Steiner, 2005).

 

Se visualiza primeramente a una Ana María enérgica, soñadora, aunque,

ingenua, a través de, Ricardo, su primer amor, a quién se entregó bajo una

veleidosa ilusión, de la que, su resultante no fue más que un amargo sabor.

En seguida aparece: Zoila, una mujer mayor que, prácticamente crío a Ana María y

que, pese a su “mano dura”, le conserva cierto cariño.

Le sigue Alicia, su hermana, a quién mira con las manos firmes a un crucifico; siempre tan devota; Ana María, vuelve a los días en los que estudiaba en el convento junto a las llamadas de atención por parte de las monjas, recuerda sobre todo una en particular: Había comentado lo aburrido que le sentaba la idea de aquel “cielo” que le planteaban, con lo que, le reprendían haciéndola llamar “esclava” de las “banalidades” terrestres y enviándole al confesionario, donde el sacerdote no hacía más que “sugerirle” ser más como Alicia.

Es de esa forma como, Ana María, muestra una mayor comprensión a aspectos que, en su momento, le parecieron irrespondibles.

 

Entre líneas el lector logra rescatar aún más de lo que asemeja hacer Ana María, a la par de este: Hay una tensa crítica religiosa, Ana María había mantenido siempre una cuestión hacia lo que demandaba la iglesia y a cómo, en ocasiones, muchos de los que se hacían llamar “creyentes” vivían bajo un manto de superstición, lo cual, ella no podía catalogar “veneración”, así mismo habla del conflicto de sentido derivante de, por ejemplo, la simple “imposición” religiosa por parte de los padres (Además de que, influencia a esto, también le tiene la sociedad, ya que, esta espera que se acate lo que ya se lleva por “costumbre”).

 

Por otro lado, menciona el como algo que alguna vez nos pudo haber tenido significación, como la formación de metas personales, puede tornarse tan ajeno o indiferente para uno mismo.

 

A su vez, se esboza el ideario que carga a la mujer o, que al menos, se hacía (Ya que, el escenario que sugiere el desarrollo de la trama, dirige a los años 50’s): Un comportamiento impecable desde el habla o postura hasta una vestimenta escrupulosa. ¿Qué se dice de su sexualidad? Atiborrada de tabús, no hay una orientación precisa. Y… ¿Qué hay de las “ocupaciones”? Estas recaen antes al seno familiar que a las individualistas (Por supuesto, no era este el caso para el hombre).

 

“¿Por qué, por qué la naturaleza de la mujer ha de ser tal que tenga que ser siempre un hombre el eje de su vida?” (Bombal, 1938, pág. 142).

 

Si bien, la figura masculina, es la que toma un mayor dominio en la vida de Ana María mientras que, lo que caracteriza al rol femenino, es más que una ausencia o represión.

 

Finalmente, se encierra una particularidad al concepto que se tiene por “muerte”: El desprender de la vida como un sinónimo de dimanación a un gesto sincero (La unión, por ejemplo, o incluso, una sonrisa), lo cual puede parecer un tanto nostálgico (Hablando del simple hecho de aguardar a que la muerte se convierta en acto de vida).

 

Personalmente, es una lectura cuya interpretación se halla más allá de un sentido metafórico, los temas que le estructuran (A pesar de la distancia histórica entre el siglo XX y XXI) aún exploran de un modo no acotado, la condición humana y la angustia de la existencia.

 

 

María Luisa Bombal

Por: Zaira Zambrano.

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