

“Bestiario”, Juan José Arreola.
Por: Zaira Zambrano

Juan José Arreola, literario mexicano de extraordinaria longevidad en el campo de la minificción, con la que, no solo invita a leer, sino a reflexionar frente al tradicionalismo moderno.
“Bestiario”, es el nombre que se le otorgaba en la edad media a la colección narrativa en, verso o prosa, donde se exponían las descripciones de seres o animales, tan quiméricos como tangibles. No había una limitación a la manifestación creativa y descriptiva que erigía a las “bestias”, de los autores. Independientemente del fabulismo de las obras, se les enriquecían significativamente de alegorismos o simbolismos que, adjudicaban al género, de la enseñanza moral. “Physiologus”, se tituló el primer bestiario conocido en la historia.
“Los bestiarios, colecciones de animales, son tan antiguos como el mundo”.
Juan José Arreola, no enmarca, exclusivamente, esa exposición de seres, este, les matiza de humanización a través de una visión bastante irónica y poética.
En cada una de las prosas poéticas del Bestiario, Arreola, compagina lo mítico, lo mágico y lo científico envolviéndole, a su manera, en una capa de afectividad, de la que, se obtiene un tratamiento filosófico muy particular respecto a nuestro entorno y la identidad humana, desde una “lógica” bruta.
Es bestiario es un libro que, más que leerle, se debe de pensar, sentir…
"El sapo"
Salta de vez en cuando, sólo para comprobar su radical estático. El salto tiene algo de latido: viéndolo bien, el sapo es todo corazón.
Prensado en un bloque de lodo frío, el sapo se sumerge en el invierno como una lamentable crisálida. Se despierta en primavera, consciente de que ninguna metamorfosis se ha operado en él. Es más sapo que nunca, en su profunda desecación. Aguarda en silencio las primeras lluvias.
Y un buen día surge de la tierra blanda, pesado de humedad, henchido de savia rencorosa, como un corazón tirado al suelo. En su actitud de esfinge hay una secreta proposición de canje, y la fealdad del sapo aparece ante nosotros con una abrumadora cualidad de espejo (Arreola, 1959, Pág 13 del Bestiario).
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