

Por: Zaira Zambrano
"Batok", la técnica naturalizante del tatuaje.

El arte de tatuar se remonta en el tiempo, más lejos de lo que la generalidad de la gente piensa e, independientemente del punto de vista (Negativo o positivo), al que se logra ajustar dentro de nuestra sociedad hoy en día, el tatuaje, no deja de ser un artilugio comunicativo como, expresivo que, evidencia la individualidad humana.
De la manera como el hombre ha ido moldeando, interpretando e innovándose tanto externa como internamente, en relación a la época y sus necesidades, el tatuaje también, se ha trasladado a través del tiempo bajo un torno cambiante de significados y técnicas.
El “Batok”, es una técnica tradicional para tatuar que, en comparación a la convencional, no se hace uso de una maquina electromagnética; El procedimiento resulta mayormente “natural” ya que, para realizar los tatuajes, se utiliza una espina afilada sujetada a un palo, donde el palo es modado en una tinta especial a base de hollín y, se penetra en la piel con pequeñitos golpes realizados con un mazo de bambú, siguiendo una plantilla o trazo que, anteriormente, se realiza a mano.
En Kalinga, Filipinas, la “cuna” y “tumba” de esta técnica tan particular, el ser tatuador (“Mambabatok”) es una tradición que pasa de generación en generación desde hace décadas.
Lo que ha atraído a cientos de turistas, concerniéndose de los traicioneros senderos a seguir, en la montaña de la isla Luzón, que acoge la aldea de Kalinga, ha sido el encanto que, reside en la “imperfección”. Los trazos en la mayoria de los tatuajes que conocemos son planeados y esbozados casi sin error, sin embargo, con los “Mambabatok”, no hay garantía de esto pues, las líneas pueden variar ligeramente o cambiar de forma total.
Se trata de un riesgo que vale la pena correr.
Whang-Od, tiene 96 años (2016) y es la última persona que cuenta con los conocimientos necesario para que perduren los “Mambabatok” pertenecientes a Filipinas.
En la cultura de la tribu, el tatuaje simbolizaba belleza en las mujeres y valentía en los hombres.
“Si no tienes un tatuaje no eres un verdadero guerrero”, Dice Whang-Od. En la aldea, quienes llevan un águila en el pecho, por ejemplo, cortaron la cabeza de uno de sus enemigos japoneses durante la Segunda Guerra Mundial.
El temor a la perdida de esta tradición entra y enlaza al hecho de que, Whang-Od, envejece y, no tiene a quién dejarle su herencia artística y, pese a que algunos niños han tratado de aprender la técnica, mirándole, Whang-Od, no lo ha permitido dado a que, dice: “La/El futura/o artista, tiene que ser de la familia”.
Por otra parte, la gran cantidad de visitas que recibe a diario trae con ella una nueva esperanza para la conservación de esta antigua tradición de hace miles de años.
“La felicidad para mi es poder vivir hasta los 100 años haciendo tatuajes. Estoy encantada de que vengan a mi casa gente de varias partes del mundo a visitarme y tatuarse, le dan sentido a mi vida”.

